Beautiful Player by Christina Lauren

Beautiful Player by Christina Lauren

autor:Christina Lauren
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: eBook's Xibalba
publicado: 2013-10-28T16:00:00+00:00


Capítulo 12

Yo salía a correr todos los días sin excepción, salvo que estuviera gravemente enfermo o si tenía que coger un avión para ir a algún sitio, así que el lunes por la mañana me odié a mí mismo un poquito por apagar la alarma del reloj y darme media vuelta en la cama. Simplemente, no tenía ningún interés por ver a Hanna.

Sin embargo, en cuanto hube formulado ese pensamiento, no tuve más remedio que recapacitar. A quien no quería ver era a Ziggy, tan dicharachera y llena de energía como siempre, como si no hubiese hecho temblar el suelo bajo mis pies dos noches atrás, con su cuerpo, con sus palabras y sus necesidades cuando esa noche era Hanna. Y sabía que si era Ziggy quien aparecía esa mañana, actuando como si el sábado anterior no hubiese pasado nada, me dolería.

Me había criado una madre soltera, junto con dos hermanas mayores que no me dieron más opción que comprender a las mujeres, conocer a las mujeres y, sobre todo, amar a las mujeres.

En una de las dos relaciones serias que había mantenido en mi vida, había hablado con mi novia sobre la posibilidad de que aquel buen entendimiento con las mujeres me hubiese funcionado muy bien cuando alcancé la pubertad, y eso hizo que acabara queriendo mantener relaciones sexuales con todas las chicas a las que conocía. Creo que esa novia había tratado de insinuarme, de una forma nada sutil, que yo manipulaba a las mujeres fingiendo escucharlas. No llegué a profundizar demasiado en el asunto; rompimos poco después.

Sin embargo, mi buen entendimiento con el sexo opuesto no parecía ayudarme demasiado en el caso de Hanna. Para mí, era como una criatura de otro mundo, una especie completamente distinta.

Con ella, mi experiencia no me servía para nada.

El caso es que cuando volví a dormirme, empecé a soñar que me la follaba sobre una pila gigantesca de material deportivo. En el sueño se me clavaba un stick de lacrosse en la espalda, pero no me importaba. Solo la veía balancearse encima de mí, con la mirada transparente clavada en la mía y recorriéndome el pecho con las manos.

Me sonó el móvil, que tenía incrustado en la columna, debajo del cuerpo, y me desperté sobresaltado. Miré el reloj y me di cuenta de que me había dormido: eran casi las ocho y media.

Respondí sin mirar a la pantalla, dando por sentado que sería Max preguntándome dónde coño estaba para nuestra reunión del lunes por la mañana.

—Sí, tío. Estaré ahí dentro de una hora, ¿vale?

—¿Will? —Mierda.

—Ah, hola.

El corazón me golpeaba el pecho con tanta fuerza que lancé un gemido y me tapé la boca con la mano para sofocarlo.

—¿Todavía estás durmiendo? —preguntó Hanna. Parecía estar sin aliento.

—Sí, estaba durmiendo.

Se calló y el viento que se oía al otro lado azotó la línea. Estaba en la calle y con la respiración jadeante: había salido a correr sin mí.

—Perdona si te he despertado.

Cerré los ojos y me llevé un puño a la frente.

—No, no importa.



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